Queridos lectores y defensores de la democracia,
La democracia, pilar fundamental de las sociedades modernas, de la libertad y de la garantía de los derechos humanos fundamentales de los ciudadanos, enfrenta desafíos sin precedentes, particularmente en este 2024 en el que se celebrarán 80 procesos electorales a nivel mundial. Este maratón electoral en donde alrededor de la mitad de los habitantes del planeta acudirán a votar, vuelve imperativo reflexionar sobre las amenazas que se ciernen sobre la integridad electoral, por un lado, y la desincentivación de la participación ciudadana por el otro.
La esencia misma de la democracia radica en la capacidad de los ciudadanos para elegir a sus líderes de manera libre y justa. Sin embargo, este derecho está siendo cuestionado por una serie de factores que van desde la desinformación, hasta la manipulación de los procesos electorales por poderes instituidos legalmente o, incluso, por el crimen organizado.
Uno de los mayores retos que enfrenta la democracia en la actualidad es la proliferación de noticias falsas y la manipulación de la información. Las redes sociales, plataformas digitales y la inteligencia artificial han democratizado la difusión de información, pero también han facilitado la propagación de la desinformación y la contrapropaganda política. Como resultado, los ciudadanos se enfrentan a una avalancha de noticias engañosas que limitan su capacidad para tomar decisiones informadas a la hora de definir y emitir su voto.
Otro desafío importante es la creciente polarización política. La retórica divisiva y los fanatismos, tanto de derecha como de izquierda, impiden el establecimiento de los consensos necesarios para el funcionamiento efectivo de nuestras instituciones democráticas y, por tanto, amenazan a la gobernabilidad misma. Esta polarización también es, en parte, responsable de la proliferación de populismos antidemocráticos y totalitarios.
Aunado a lo anterior, la integridad de los procesos electorales está siendo socavada por prácticas fraudulentas e ilegales, el ataque a las instituciones electorales y a los Poderes Judiciales, y aún más preocupante por la interferencia directa de grupos transgresores de la ley. Hoy, la infiltración de los llamados “poderes fácticos”, entre los cuales el crimen organizado figura como una fuerza especialmente alarmante, representa un peligro real para los votantes, los candidatos y, en general, para la democracia. Desde la manipulación de votos, el uso ilegal de recursos públicos, la coacción e, incluso, la violencia política deriva en una vulneración del derecho al voto.
Ante estos desafíos, es fundamental que reafirmemos nuestro compromiso con los principios democráticos fundamentales y trabajemos juntos para fortalecer nuestras instituciones, combatir la desinformación, fomentar el diálogo inclusivo y garantizar la integridad de los procesos electorales.
En este sentido, se vuelve crucial que reconozcamos nuestra responsabilidad colectiva de preservar y fortalecer los valores democráticos teniendo como mira el mundo que estamos construyendo o deconstruyendo para las generaciones futuras.
Atentamente,