La pandemia y la consecuente crisis sanitaria global han provocado una importante conmoción en la comunidad internacional y puesto en jaque valores universales reconocidos por instrumentos jurídicamente vinculantes de las Naciones Unidas. También han interrumpido una variedad de acciones multilaterales en marcha para lograr una sociedad planetaria más inclusiva, justa, solidaria y sostenible. El Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, alertó en la sesión de apertura del Consejo de Derechos Humanos de la ONU 2021 sobre los países que aprovecharon la pandemia para desplegar fuertes respuestas de seguridad para reducir la disidencia política, criminalizar libertades fundamentales en violación a los derechos humanos, silenciar a la opinión pública o, entre otras, suspender o postergar procesos electorales. Incluso destacó que el progreso en igualdad de género ha retrocedido de manera significativa.
El mensaje del Secretario General de la ONU debería tomarse en serio. Pone de manifiesto que los Objetivos de Desarrollo Sostenible del Milenio de la Agenda 2030 están en riesgo. El Covid-19 obligará a reequilibrar esa agenda al haberse agravado y exacerbado las desigualdades existentes. Esta década, que empezó siendo la de la acción de los 17 objetivos del desarrollo sostenible, se ha visto paralizada por la crisis económica y sanitaria. El desplome económico afectó el primero de esos objetivos que consistía en erradicar la pobreza. El crecimiento de la pobreza extrema en el mundo es ya una manifestación alarmante. La ONU denuncia que hay 1300 millones de pobres y la mitad son niños. Más de 900 millones de personas viven con menos de dos dólares al día.
De la misma comunidad internacional depende ahora encarar los problemas de manera colectiva para que sea un repunte hacia el mundo que aspiramos o alcancemos un punto de no retorno. Una mayor vocación y compromiso de solidaridad internacional es esencial, empezando por las economías más industrializadas. Pese a la pandemia, los objetivos de la Agenda 2030 basados en cinco dimensiones fundamentales (personas, prosperidad, planeta, participación colectiva y paz), siguen siendo una hoja de ruta para enfrentar los desafíos globales en un mundo tan interconectado como el actual. Ese marco de referencia debería orientar el comportamiento internacional.
En este contexto y reforzando la gobernanza global, es necesario mantener un equilibrio entre la protección de la salud, los derechos de las personas, el medio ambiente y el necesario desarrollo económico. También los valores democráticos. Las consecuencias del Covid-19 incluso reafirman y subrayan estos aspectos, demuestran la necesidad de trabajar cooperativamente en un marco multilateral a favor de la Agenda 2030, el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático y la Agenda de Acción de Addis Abeba.
El mundo post coronavirus requiere adoptar una nueva lógica de gobernanza global. Las urgencias nacionales tras la pandemia no deberían seguir postergando los Objetivos del Milenio aunque dicho proceso multilateral avance más lento. Las prioridades nacionales deberían contabilizarse con los Objetivo Globales. Lo fundamental es mantener el compromiso de todos los Estados y la voluntad política para construir una civilización libre y mejor. El Covid-19, pese a la secuela de dolor, debería ser un aliciente.
Diplomático de carrera, embajador extraordinario y plenipotenciario y ex vicecanciller argentino. Fue asistente especial del secretario general de la ONU e integrante del foro asesor del secretario general de la ONU en desarme durante la administración de Kofi Annan. Colabora para diversos medios de comunicación como Clarin e Infobae.