En el contexto de la Pandemia, América Latina es uno de los territorios más afectados en el mundo por el COVID-19. Con insuficientes e inequitativos sistemas de salud, alto contagio y muerte, así como una severa crisis económica, exhibe claros síntomas de decaimiento estructural en sus jóvenes democracias. Hay desencanto ciudadano con su estatus democrático.
Se observa un panorama compuesto por el debilitamiento de los sistemas de partido, con merma de representatividad y una tendencia hacia su pulverización y la disminución de su militancia. Una generalizada neutralización de contrapesos, que renueva la tradicional propensión latinoamericana hacia la concentración del poder. Confusión entre empoderamiento ciudadano y participación plebiscitaria. Pérdida de laicidad. Poca eficacia en la atención de las causas de la gente, crecimiento de la desigualdad en general y de género en particular; corrupción e impunidad en el desempeño de los encargos públicos; paulatinas restricciones a la libertad de expresión en una permanente afectación de los derechos humanos, así como un aumento de la inseguridad ciudadana, en un marco de sistemas judiciales colonizados por intereses particulares y de grupo, de politización de la justicia y de judicialización de la política. Un conjunto de distorsiones que parecieran ir tomando la forma de una constante que se agrava.
Al respecto, el debate sobre esa referida situación tiende a centrarse en la denuncia de los efectos oligarquizantes del neoliberalismo sobre la fortaleza del Estado y su estímulo desbordado al individualismo como ética social dominante, así como en la crítica al ascenso de su némesis, la forma de populismo que emergió para castigarlo por voluntad de los votantes agraviados: el liderazgo carismático autoritario y plebiscitario.
Ambas posturas son las dos caras de una misma moneda: resultan del triste derrotero que sufren las democracias que no se ocupan lo suficiente por activar y mantener la salud de su República, por concentrase en el aspecto electoral de las mismas y de actuar de manera dispersa y despreocupada en la imposición de reglas para el ejercicio democrático del poder. Está visto que tanto las propuestas neoliberales como las populistas, son perfectamente capaces de convivir con una democracia electorera, no así cuando se trata de democracias que profundizan su esencia en todos los ámbitos del quehacer político y social, hasta convertirse en una forma de vida. Ahí no están cómodas, ninguna despunta.
Se trata de garantizar y mantener la certeza en las reglas de acceso al poder, pero sobre todo de trabajar esforzadamente en la democratización de las reglas de ejercicio del poder, y en consecuencia reformar su régimen político. Sólo así América Latina podrá curar los males de sus democracias niñas y consolidar su sistema inmunológico.
La tarea es convocar a un nuevo contrato social que permita reconstruir América Latina bajo pautas democráticas integrales, bajo el resguardo de una República restituida como gobierno del interés general y del empoderamiento ciudadano. Con contrapesos en un sano equilibrio entre poderes, el imperio de la ley y un representativo y fuerte sistema de partidos.
Miembro Fundador y Director Adjunto de Save Democracy. Vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América latina y el Caribe (COPPPAL) y secretario ejecutivo de la Fundación Gustavo Carvajal Moreno, Mensajero de la Paz. Político y escritor mexicano ocupado en los temas de gobernabilidad de la democracia. Ha sido académico, legislador y funcionario público. Desde hace casi 20 años milita activamente en favor de hacer avanzar la reforma del Estado en México, en particular de su régimen de gobierno, tarea en la que además de publicar múltiples artículos y libros en la materia.