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LIDERAZGOS DE RECONSTRUCCIÓN: EL EJEMPLO DE SHIMON PERES

La historia que cuenta el recordado ex primer ministro y ex presidente de Israel Shimon Peres sobre cómo hizo para domar una inflación descontrolada en los años ’80 es uno de los testimonios del documental que, sobre su figura, ofrece Netflix (“El Nobel que no dejó de soñar”) y que más nos resuenan hoy. No es la de un líder providencial que viene a salvar la economía de su país de la bancarrota, sino la de un estadista que sabe que las crisis se resuelven con acuerdos serios, medidas inteligentes y responsabilidades compartidas. Ajustes, reformas, control de daños y liderazgo democrático.

Luego de las guerras de 1967 y 1973 y las crisis petroleras de los años 70, la economía de Israel se encontraba al borde del abismo. El economista argentino Esteban Klor, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, recuerda cómo fue aquella crisis. En 1984, la inflación llegaba a casi el 500% anual, como síntoma de graves problemas fundamentales que el gobierno no conseguía solucionar. El gasto público era del 76% del PIB, principalmente por el gasto militar que equivalía a casi el 26% del mismo. El déficit fiscal promedio entre 1973 y 1984 era del 17.3% del PIB y gran parte de este era financiado emitiendo moneda a través del Banco Centra que estaba totalmente supeditado a los arbitrios del gobierno. La deuda externa era dos veces más grande que el PIB y ya no había Estados u organismos internacionales dispuestos a seguir prestándole plata a este pequeño país que estaba a punto de quebrar.

A mediados de 1985 a Israel le quedaban reservas en dólares solo para afrontar las obligaciones inmediatas del siguiente trimestre. En estas circunstancias, los dos principales partidos, que hasta entonces habían gobernado el país, el Laborista y el Likud formaron un gobierno de “unidad nacional” bajo los mandos de Shimon Peres del Partido Laborista y Ytzhak Shamir, del Likud, acordando la rotación en el cargo de primer ministro cada dos años y, luego de convocatorias infructuosas a una concertación, el 1° de julio de 1985 anunciaron un plan político y económico para lograr la estabilidad económica.

La reunión de gabinete duró 36 horas y en ella se decidió aprobar un plan redactado de manera conjunta entre expertos israelíes y economistas norteamericanos. Peres relata en el documental lo sucedido allí. El plan incluía medidas típicas para bajar de manera abrupta la inflación: se congelaron los precios de la mayoría de los productos y los salarios, se fijó un tipo de cambio rígido entre el shekel y el dólar y se recortó el gasto público en un 4% del PIB, incluyendo salarios en el sector estatal, subsidios a distintos productos básicos y programas de bienestar social. “Aceptan o los despido a todos”, cuenta que les dijo el ex primer ministro israelí a sus ministros.

En ese mismo momento, en la Argentina que recién había recuperado su democracia, algo similar anunciaba el gobierno del presidente Raúl Alfonsín, en lo que se conocería bajo el nombre de “Plan Austral”.

En Israel, estas medidas se complementaron con la aprobación de tres leyes que llevaron a un cambio institucional de la política económica: la primera le otorgó una independencia total al accionar del Banco Central para determinar las tasas de interés y la política cambiaria. Además, la ley prohibía al Banco Central la emisión de moneda para financiar déficits fiscales. La segunda le otorgaba al Departamento de Presupuesto del Ministerio de Economía completa potestad para monitorear la implementación del presupuesto y todo el gasto público. Todos los salarios y contratos públicos de cualquier ministerio debían ser autorizados por este departamento; sin esta autorización, esos salarios y contratos perdían legalidad. La tercera ley, llamada Ley de Reformas, permitió añadir a la Ley Nacional de Presupuesto, las reformas económicas necesarias para que el presupuesto fuera balanceado. Gracias a esta legislación, por ejemplo, Israel privatizó empresas públicas a principio de los años ’90. Dado que Israel es una democracia parlamentaria, si la Ley de Presupuesto y la Ley de Reformas Económicas no son aprobadas cada año por una mayoría del Parlamento, esto es equivalente a un voto de desconfianza al gobierno y lleva a nuevas elecciones.

El programa de estabilización de 1985 en Israel es recordado como un ejemplo de que es posible eliminar la inflación -y la hiperinflación- y lograr estabilidad económica a largo plazo de manera exitosa y sostenida. Para conseguirlo es fundamental combinar las políticas monetarias y fiscales adecuadas con los cambios institucionales necesarios para implementarlas. Y para ambas cosas, se precisa un fuerte shock de confianza que solo pueden darlo dirigentes probos, dispuestos a deponer ambiciones personales y trascender las fronteras partidarias. También es decisivo contar con una coyuntura internacional favorable. Hoy no tenemos nada de eso. Y faltan los Shimon Peres para domar los demonios desatados. Pero el ejemplo de Peres marca un camino de salida para los actuales atolladeros de la gobernanza. “Liderazgos de reconstrucción”, así los define Natalio Botana, que se pongan bajo el ala de las instituciones en lugar de maniatarlas a discreción, y bajo estrictos compromisos de transparencia y rendición de cuentas de cara a la sociedad, que observa expectante.