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2021, UN AÑO PUENTE

Feliz 2021, bienvenidos al puente que nos conecta con el otro lado del parteaguas, ese que el año pasado marco un antes y un después en nuestras vidas. Ahora estamos situados en el lado que exige comenzar a hacer las cosas de manera diferente para superar esta severa prueba que padecemos. El mandato es convertirla en una oportunidad de cambio para arribar a un mundo mejor; un mundo que se achicó en la interdependencia revelada por la peste, pero que se agrandó en la profundidad de nuestros retos. Lo primordial es comenzar por asumir que o nos salvamos todos o no se salva nadie.

En 2020, la primera ala del parteaguas anunció la culminación del ciclo de vida de lo construido 40 años atrás.  Sintetizó la crisis del modelo neoliberal detonada en 2008, con toda su cauda de desigualdad y libertinaje, en el marco de la pandémica protesta del medio ambiente contra su abuso continuado. También exhibió tanto el agotamiento del modelo electorero que limita y desvirtúa a las democracias, viejas y nuevas, en una representación sin empoderamiento ciudadano, ni fortaleza republicana, como al populismo que, en sus evidentes excesos y fracasos, se confirma como un tumor maligno que aparece en las democracias cuando éstas se enferman, y tiende a liquidarlas.

La segunda ala del parteaguas conduce a edificar una propuesta equidistante entre neoliberalismo y populismo, que forme parte de la redefinición del nuevo orden mundial en juego. Una propuesta que se apoye y a la vez promueva la restitución del multilateralismo -ante problemas globales, soluciones globales- y consiga a través de reivindicar la cooperación, un nuevo consenso global capaz de inducir cambios en la correlación de fuerzas interna en cada país. Un consenso cuyo centro de prioridades sea ocupado por dos grandes olvidados del modelo anterior: la gente y su capacidad para determinar su destino, y el acosado medio ambiente.

La propuesta debe poner sobre la mesa las virtudes de avanzar hacia la democracia social republicana, una democracia completa, integral, como eje rector del cambio, con un Estado de derecho promotor, solidario y garantista, y una economía abierta al comercio libre y justo, pero con un mercado de instituciones y armónico con las disposiciones que dicte el interés general de la República, en favor del desarrollo sostenible. Se trata de caminar hacia el desarrollo social incluyente, igualitario y libertario,  con un medio ambiente protegido. En síntesis la consigna es: Por una igualdad social verde. 

¿Qué hacer? Empezar por priorizar los diálogos regionales para debatir la gobernanza mundial, y estimular procesos de asociación entre Estados-nación, que en el largo plazo caminen hacia confederarse. Si otra mundialización es posible, conseguirla demanda neutralizar el comando financiero de la globalización, mediante bloques de Estados-nación que restituyan la fortaleza de lo público y su función rectora del desarrollo en el concierto internacional bajo propósitos sostenibles.

En América, ese diálogo reclama un nuevo criterio norte-sur que respete la autodeterminación de sus partes latinoamericanas y caribeñas, y tenga dos ejes iniciales: la salud, que empieza por resolver en bien de todos, la universalidad de las vacunas, y la reactivación económica, que puede iniciar por ampliar la infraestructura, en particular la que soporta energías limpias, con gran impacto positivo en el empleo.