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ACTUALIZAR LAS INSTITUCIONES DE LA DEMOCRACIA

Las guerras calientes en Ucrania y en Gaza han elevado la temperatura en todo el orbe. Las tensiones entre las potencias se han visto agudizadas y hoy nos encontramos ya en el escenario de una nueva guerra fría. El tablero de la geopolítica se vuelve indispensable para ubicar los alcances y límites de cualquier asunto en todos los planos, nacional, regional o internacional.

Pero un asunto que puede influir en la disposición de las piezas en dicho tablero, aparte de la resolución de los conflictos más graves, es el de las elecciones presidenciales y parlamentarias de este año en buena parte del mundo (más de 4 mil millones de personas han votado y votarán en más de 50 países).

En Rusia, Putin no tuvo mayor problema para reelegirse en marzo pasado. Irán tuvo elecciones parlamentarias también en marzo, India entre abril y mayo; y la Unión Europea y Francia en junio con una clara tendencia hacia la derecha más radical. Gran Bretaña las celebrará al final de año.

El 5 de noviembre se llevará a cabo en los Estados Unidos quizá la de mayor repercusión en el mundo y cuyos resultados son inciertos.

En América Latina el 10 de diciembre de 2023 tomó posesión Javier Milei en Argentina; el 15 de enero Bernardo Arévalo en Guatemala; y el 4 de febrero Nayib Bukele en El Salvador. Luego vinieron las elecciones en Panamá (5 de mayo), República Dominicana (19 de mayo), México (2 de junio), y aún faltan las elecciones de Venezuela (28 de julio) y Uruguay (27 de octubre).

Todos estos procesos electorales se han definido y se definirán en lo fundamental obedeciendo a los factores locales, pero en algunas, más que en otras, las influencias de tendencias globales han repercutido también en ese nivel. Entre las más importantes en el momento actual figuran la inseguridad sobre el futuro económico y político del mundo (dadas las guerras calientes y la fría), la inmigración y, en América Latina, además de las anteriores, la pobreza, la desigualdad, la inestabilidad política, la corrupción y la expansión de la violencia y el crimen.

La frustración de las promesas de un mejor futuro que acompañaron al avance de la gran ola democrática en el mundo hacia fines del siglo pasado y principios del XXI, revivieron los peores temores y las inseguridades de muchos grupos humanos en todos los países. Tal ha sido el ambiente propicio para el resurgimiento de los particularismos que culpan a la globalización y a la democracia como los causantes del malestar y con propuestas que, en su sentido general, apuntan hacia soluciones de fuerza basadas en liderazgos autocráticos y sueños de recuperación de grandezas ya idas.  En este año electoral, ya avanzaron dos liderazgos de ese tipo, Bukele en El Salvador, Subianto en Indonesia, Putin en Rusia, Modi en India, Sheinbaum en México y muy probablemente lo hagan también Maduro y, dios no lo quiera, Trump.

Las últimas encuestas reafirman la desconfianza de las sociedades en la democracia y en los partidos políticos tradicionales, mientras que avanzan las esperanzas depositadas en los líderes autócratas. De cualquier manera, todavía se dirime en el terreno electoral la polarización creciente que, la frustración democrática y la emergencia autocrática, ha provocado en las sociedades.

Esta forma de ser del mundo en los últimos años también ha retrasado la conciencia sobre las responsabilidades humanas globales y su destino común como especie que, el calentamiento global y la pandemia del COVID, parecían haber puesto en el primer plano. Los consensos para avanzar hacia una gobernanza mundial se han visto sumamente disminuidos.

Como ya ha sido señalado, enfrentamos a un nuevo mundo con instrumentos muy viejos; nuestra cultura, propia de la época de los Estados Nación, ya es totalmente inadecuada para los tiempos actuales; los gobiernos centrales son impotentes frente a la nueva complejidad; nuestros valores se encuentran sumamente retrasados respecto de los desafíos comunes de la especie, así como de los cambios científicos y técnicos; en resumen, la formulación institucional de nuestra democracia está en crisis por que no se ha puesto a la altura de los retos de la civilización creada y la fuerza de la anterior se resiste a desaparecer. Vamos, hacia una larga crisis de inestabilidad y caos, y solo aprenderemos de nuestro dolor.

Los años por venir son entonces un gran desafío para la creatividad política. Hoy ¿qué régimen económico y social vivimos? Un capitalismo que, dado el retraso institucional, se reproduce por medios legales e ilegales, decentes e indecentes, que propicia la globalización de los negocios y del crimen organizado, las crecientes migraciones y el agotamiento del planeta. Una nueva época de corporaciones y piratas sin control.

América Latina es un claro ejemplo de todo lo anterior. Por ello Save Democracy ha puesto su empeño en apuntar la necesidad de actualizar las instituciones de la democracia en América y para abrirla al futuro. La misma OEA fue creada en una época en la que predominaban las tendencias imperialistas de intervención directa de los Estados Unidos en los países latinoamericanos. Por ello, la actualización de la Carta interamericana debería de iniciarse con el reconocimiento de la responsabilidad de todos los países por igual frente al destino común de la humanidad y para cooperar en la solución de esos problemas en el ámbito regional: desarrollo, migración, crimen organizado, corrupción, participación y control ciudadano, transparencia, entre otros.