De manera excepcional, 2024 se presenta como un año donde el mundo, al menos buena parte del mundo, se perfila a definir en las urnas su destino por las próximas décadas. En una conjunción de procesos que, a decir de los expertos no tendrá parangón hasta 2048, cuatro mil doscientos millones de personas que habitan en poco más de 75 países, están llamadas a participar en 80 elecciones generales, legislativas o locales, en lo que algunos han dado en calificar como un “tsunami” electoral.
Un calificativo válido, el anterior, no sólo por la magnitud del esfuerzo electoral requerido, así como por sus implicaciones, sino también por el contexto geopolítico, económico y sistémico en el que éste se desarrolla, muy distante del ideal de normalidad democrática, estabilidad y paz que desearíamos haber alcanzado después de cuatro décadas de promesas democráticas.
Por el contrario, según “El estado global de la democracia 2023”, informe elaborado por Instituto para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional), con sede en Estocolmo. La democracia como sistema sufre el creciente debilitamiento de sus cimientos en todo el mundo: “(…) la mitad de los países sufren declives democráticos que van desde procesos electorales deficientes hasta derechos restringidos, como la libertad de expresión y reunión. (…) este deterioro se ha exacerbado por la erosión de los controles y equilibrios formales -elecciones, parlamentos y tribunales- que han luchado por defender la ley y hacer que los políticos rindan cuentas”.
De la mano del sesgo electorero que ha marcado por más de 30 años nuestras democracias, de la frivolización de la política, personalista y grupal, así como de la poca atención al cumplimiento de los compromisos establecidos en campaña con los electores -la otra cara de la misma moneda- la desilusión democrática penetró en el estado de ánimo colectivo de muchos pueblos y poco a poco fue sometiendo su esperanza.
Esas democracias que denominamos incompletas, más ocupadas en acceder al poder que en atender a su ejercicio democrático, por la vía del dinero y de las inercias concentradoras del ingreso que han dominado el mundo, fueron fácilmente colonizadas por oligarquías, que deterioraron aún más sus fundamentos. Eso detonó que el cansancio latente del electorado le abriera la puerta del poder a su némesis, el populismo autocrático y depredador, quien gracias a las reglas de la democracia se entronizó, para después proceder a dinamitarlas.
Estas perlas negras del devenir, junto a otras muchas más, adornan el cuello de los referéndums del 2024, y contribuyen empedrar el camino global de incertidumbres, que conduce a las elecciones 2024. Aquí mencionaremos algunas otras:
Según el Banco Mundial en 2024 “la economía mundial va camino a registrar su peor desempeño de las últimas tres décadas para un período de cinco años”, no obstante estar en mejor situación que un año atrás, “crecientes tensiones geopolíticas podrían crear nuevos peligros a corto plazo”, en un contexto de desaceleración grave de la mayoría de las economías en desarrollo y de un ralentizado comercio mundial que, cuando mucho, crecerá la mitad del promedio de los diez años previos a la pandemia.
Es claro que tanto la guerra eslava en Europa, como la propia de Oriente Medio, lejos de resolverse están más cerca de extenderse hacia otras naciones, sin dejar de mencionar las crecientes tensiones en el Mar de China Meridional, así como en la relación China-Taiwán. Por sólo referir los puntos más críticos de una geopolítica multipolar en reacomodo que ha rebasado toda la arquitectura multilateral construida desde la segunda guerra mundial a la fecha y que ahora avanza a su propia inercia con resultados inesperados.
La migración como la fuerza imparable de las olas del mar, golpea y rebasa todo bloque de contención que los gobiernos le pretenden oponer, más con fines político-electorales que tratando de encontrar soluciones reales a esa compleja problemática. Soluciones que no solamente no resuelven nada, sino que dañan los propios procesos electorales, mientras demandan no sólo de una renovación total de las vetustas políticas migratorias de los países receptores, sino asumir que por detrás del fenómeno migratorio, retumban los aterradores ecos de décadas de concentración de riqueza y profunda desigualdad entre familias, países y regiones, situación que OXFAM denuncia cuando establece que poco más de ocho decenas de personas que concentran la riqueza equivalente al ingreso de 3000 millones de personas o que “el 1 % más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada desde 2020 a nivel global (valorada en 42 billones de dólares), casi el doble que el 99 % restante de la humanidad” .
Desde el averno de las contradicciones mundiales no resueltas, otro tópico se abre paso: la agresiva expansión de la delincuencia organizada, con eje en el narcotráfico, que bien pertrechada en multimillonarias utilidades, resulta cada vez más robusta, diversificada y mejor armada, hasta constituirse en una amenaza de alcance continental en América, con serias posibilidades expandirse a Europa y Asia.
Una amenaza que crece imparable ante los fracasos de una añeja estrategia definida hace poco más de 50 años que reunió en el paradigma de guerra una intencionalidad política, alejada de la necesaria integralidad que exige hacer frente con eficacia un fenómeno tan complejo, con acciones mal articuladas y unilaterales ante un reto global.
La delincuencia organizada se ha convertido en un serio condicionante de varias elecciones toda vez que, producto de sus complicidades gubernamentales. conquistadas con dinero y violencia, poco a poco han logrado penetrar las estructuras estatales de muchos países y están comenzando a definir los perfiles que ocuparán los cargos en disputa, vulnerando aún más la débil certeza democrática de esos procesos.
Obviamente y sin ninguna intención de extendernos, no podemos dejar de mencionar los tangibles impactos del cambio climático en el progreso de la hambruna, mientras las energías limpias avanzan a un ritmo menor que el deseado, aun cuando crece la sustitución de los motores de gasolina o diésel por los alimentados por baterías se observa que la recarga de las mismas pone de manifiesto una vez más nuestra dependencia del combustible fósil.
En suma, 2024 en perspectiva, nos impele a observarlo como un año síntesis de décadas de contradicciones latentes obligadas a eclosionar, en consecuencia, nos arroja una pregunta: ¿nos encontramos ante el principio del fin o sólo es el fin del principio?
Miembro Fundador y Director Adjunto de Save Democracy. Vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América latina y el Caribe (COPPPAL) y secretario ejecutivo de la Fundación Gustavo Carvajal Moreno, Mensajero de la Paz. Político y escritor mexicano ocupado en los temas de gobernabilidad de la democracia. Ha sido académico, legislador y funcionario público. Desde hace casi 20 años milita activamente en favor de hacer avanzar la reforma del Estado en México, en particular de su régimen de gobierno, tarea en la que además de publicar múltiples artículos y libros en la materia.