Nos encontramos en medio de una nueva crisis mundial provocada por Vladimir Putin. Las imágenes de los bombardeos, misiles y tanques rusos junto con su estela de destrucción, llegan a todas nuestras casas. Pero también lo hacen estremecedoras imágenes de un pueblo valiente que, aun sabiendo la diferencia numérica, armamentista y tecnológica con la que está siendo invadido, ha salido a las calles a defender su libertad, su cultura y su incipiente democracia. Y es que esta guerra no es de rusos contra ucranianos, es la de un tirano que lleva al mando de su gobierno desde el año 2000 y que, a base de centralizar el poder; manipular las leyes a su conveniencia; y reprimir criminalmente a la oposición, prensa, organizaciones civiles y cualquier otra voz contraria, seguramente se mantendrá ahí hasta el 2036, logrando con ello una dictadura de mayor permanencia que la del mismísimo Stalin.
Durante todo este tiempo, además de someter a su país a una dictadura represiva, Putin ha comprometido peligrosamente el orden internacional en varias ocasiones invadiendo países que antes formaban parte de la antigua Unión Soviética, tal como hace ahora con Ucrania. Y no es que sea el único con tentaciones imperialistas, tras la Guerra Fría hemos sido testigos de los horrores de otras guerras, particularmente en el Medio Oriente, con la participación de varios países en bloque, con claros intereses geoestratégicos, comerciales, económicos o energéticos. Y aunque el sufrimiento y pérdidas humanas son iguales, la diferencia está en la corresponsabilidad que se genera con estas decisiones en países que viven en democracia. De inicio, sus líderes son castigados, o no, en la siguiente elección.
Ahora mismo, somos testigos de la complicación que para los miembros de la OTAN representa establecer sanciones a Rusia como consecuencia de su nueva guerra invasiva. La aprobación de recursos, regulaciones, etc., ha pasado por el consentimiento de los Parlamentos en varios de ellos. Mientras que Putin solo debe cabildear su estrategia y acciones con otros liderazgos autocráticos, especialmente el chino; y mantener, bajo cualquier medio, las protestas de su propia población a raya.
Pareciera que la variable de China nos pone en la antesala de una nueva Guerra Fría, de la que, por cierto, ya teníamos ciertas muestras en el ámbito comercial y tecnológico, pero que ahora con su abierto apoyo a la invasión de Putin se traslada también al plano armamentista-nuclear.
Bajo este escenario, los objetivos de la Cumbre por la Democracia convocada por el presidente de los Estados Unidos se vuelven de carácter prioritario, porque ya no hablamos simplemente de fortalecer las democracias sino de la urgencia de sanarlas pues, como todo ente enfermo, se han convertido en presa fácil de agentes externos con clara vocación expansionista.
La mundialización de los populismos de izquierda y derecha, deben llevarnos a acelerar el compromiso para encontrar rápidas soluciones que resuelvan las contradicciones de la misma democracia, particularmente en lo referente a las desigualdades generadas por modelos económicos claramente injustos y agotados, para así poder reinventar su funcionalidad; la recuperación de los instrumentos democráticos con especial atención en la separación de Poderes, la libertad de expresión y de prensa, y la garantía de elecciones imparciales, universales y libres; en la deliberación y participación colectiva más allá de lo solo electoral, cuya vigilancia fuerce a la transparencia y rendición de cuentas de los asuntos y dineros públicos; y básicamente en la proyección de la democracia como un modelo de vida en donde el centro de todo actuar sea la protección de la vida en cualquiera de sus formas, a partir de la profundización de una cultura de la legalidad y el respeto absoluto a los derechos humanos.
Resucitar un mundo dividido, en guerra y bajo la latente amenaza de una guerra nuclear, no es el ideal para ningún ciudadano, como no lo es tampoco para ninguna democracia en el mundo. Sin duda, la estabilidad y paz solo pueden alcanzarse con más democracia.
Miembro Fundador y Directora Ejecutiva de Save Democracy. Directora General de la Revista La Llave de Pandora y Fundadora de la organización Proyecto Democracia. Ha trabajado en diversas áreas encaminadas al fortalecimiento de la democracia; la promoción de prácticas y valores democráticos, transparencia y rendición de cuentas; así como en la operación de programas de empoderamiento de las mujeres. Actualmente es socia y Directora Ejecutiva de Consultoría X-tratagema, empresa dedicada a la asesoría política estratégica. Colabora para diversos medios de comunicación impresos y electrónicos.