Conocer el proyecto “imperial” de Vladimir Putin nunca fue un misterio, desde que este hombre accedió a los más altos niveles del poder político en Rusia, primero infiltrando y engañando al círculo familiar más íntimo del expresidente Yeltsin y después camuflándose como tecnócrata demócrata. No fue difícil el engaño considerando que el presidente previo estaba mentalmente incapacitado y que la profesión previa de Putin había sido la de oficial de contrainteligencia de la KGB.
Solo bastaba leer la biografía de Putin, titulada “Primera Persona” y publicada hace 22 años por tres periodistas (Nataliya Gevorkyan, Natalya Timakova y Andrei Kolesnikov), para poder comprender lo que ha hecho, lo que hace hoy y lo que hará hacia futuro[1]. Esta biografía publicada en el año 2000 a lo largo de seis largas entrevistas transcribe en detalle las propias palabras de Putin detallando las estrategias que planificaba implementar como presidente. Hasta hoy Putin ha venido cumpliendo con cada uno de sus proyectos delineados en esta publicación. Basta decir que ya desde hace 22 años el revanchismo y reinstauración “imperial” a través de la expansión territorial de Rusia conformaba el pilar principal de la visión de Putin.
Si su biografía no los hubiese convencido lo suficiente, entonces basta leer sus propias palabras referentes a Ucrania detallando su visión histórica y su visión hacia futuro, plasmadas en el artículo que publicó en julio del año pasado bajo su nombre y titulado “On the Historical Unity of Russians and Ukrainians”[2]. En este, Putin declara abiertamente que Ucrania no tiene derecho a existir ni como Estado ni como cultura separada a la de Rusia, anunciando su decisión de “anexar” y evaporar a Ucrania como Estado y como cultura.
Solo la ignorancia supina y la mediocre arrogancia de los círculos de “Intelligenzija” en nuestras democracias desarrolladas e incipientes, combinadas con la avaricia descontrolada del “capitalismo de amigos occidentales”, que el régimen de Putin constituyó como carnada política y como motor económico de su régimen, impidieron que existiese un consenso internacional previo a febrero de este año para prevenir la catástrofe geoestratégica europea que tendrá repercusiones mundiales nefastas a largo plazo a menos que el régimen de Putin sea derrotado política, militar y económicamente.
Para los que hemos trabajado en Rusia desde hace décadas y nunca permitimos ser “seducidos” por actos de propaganda durante invitaciones de lujo a eventos oficiales organizados por el régimen de Putin, siempre supimos que este país adolece de una sociedad intrínseca e históricamente autoritaria, regida por una delincuencia organizada de Estado, que ha adoptado un pragmático capitalismo mafioso que sirve al régimen político de la misma manera que es servido por su servicio diplomático o por sus fuerzas armadas. Putin es la cabeza de esta delincuencia organizada de Estado, pero – para evitar personalizar este cáncer sociopolítico-, uno fácilmente podría concluir que cualquier otro “líder” con similares características criminales y autoritarias podría ocupar la cabecera que hoy es ocupada por Putin. En otras palabras, por razones sociohistóricas, una gran mayoría de la sociedad rusa hoy continúa demandando este tipo de “liderazgos” patológicos.
Propuesta Hacia Futuro
Está de moda, entre la “Intelligenzija” de expertos occidentales, culpar a la OTAN o a los fracasos de la política exterior de EE.UU. en Europa, en Iraq o en Afganistán para poder así justificar la agresión bélica de Putin, que ha derivado en crímenes de guerra y en presuntos crímenes contra la humanidad[3]. Pero les sugiero que para evitar un retroceso mundial a las guerras del siglo pasado, con más masacres de la población civil a través de “operaciones militares especiales” preanunciadas como las que Putin perpetró en Chechenia en 2000, Georgia en 2008, en la Crimea ucraniana en 2014 y hoy en el resto de Ucrania, será esencial que las democracias desarrolladas de manera coordinada elaboren e implementen una política exterior en bloque hacia Rusia y hacia su aliado totalitario China, cuyos ojos invasivos miran hacia la democracia de Taiwán.
Para evitar un “efecto dominó”, una nueva política internacional democrática debería contener los siguientes dos pilares: 1- la expansión territorial de la OTAN y la fundación de otros organismos de defensa mutua de naturaleza similar en las demás regiones del planeta, para así albergar a todo país democrático que a través de deliberaciones socio-políticas democráticas solicite su ingreso, incluyendo en el caso de la OTAN a Finlandia, a Suecia y a Ucrania si sus pueblos así lo manifiestan; y 2- la constitución legal de una nueva organización política internacional conformada solamente por democracias, que establezca mecanismos de ayuda mutua para fortalecer a las instituciones socio-políticas democráticas de sus respectivos miembros y que sirva para contrarrestar cualquier tipo de agresión “híbrida” o agresión directa por parte de países con regímenes políticos autoritarios contra los procesos electorales y demás instituciones.
Habrá que recordar nuevamente una lección repetida a lo largo de la historia de la humanidad: los comportamientos más destructivos e internacionalmente violatorios perpetrados por los regímenes políticos totalitarios son siempre estimulados por la debilidad y fragmentación de los Estados y sociedades abiertas con Estado de derecho democrático.
[1] FIRST PERSON An Astonishingly Frank Self-Portrait by Russia’s President Vladimir Putin (2000). By Nataliya Gevorkyan, Natalya Timakova and Andrei Kolesnikov. New York: PublicAffairs.
[2] Vladimir Putin (2021). ”On the Historical Unity of Russians and Ukrainians.“
At: http://en.kremlin.ru/events/president/news/66181
[3] John Mearsheimer on why the West is principally responsible for the Ukrainian crisis. The Economist. 19 Marzo 2022. At: https://www.economist.com/by-invitation/2022/03/11/john-mearsheimer-on-why-the-west-is-principally-responsible-for-the-ukrainian-crisis
Miembro Fundador y Director Adjunto de Save Democracy. Académico investigador “Senior” en la Universidad de Columbia, EUA; director del “International Law and Economic Development Center”; presidente del Directorio del “Friends of the Wildlife Justice Commission” (USA); académico “Senior” visitante de la Università degli Studi de Torino (Italia) y presidente del Instituto de Acción Ciudadana (México). Escritor, académico, líder de sociedad civil, asesor y filántropo internacional especializado en la prevención y desmantelamiento de redes criminales transnacionales dedicadas a la trata de personas, tráfico de migrantes, tráfico ilegal de armas, drogas, flora y fauna, entre otros delitos organizados. Se ha desempeñado como funcionario y asesor de diversos organismos internacionales como UN, OEA, BID, Banco Mundial y Transparencia Internacional en estos mismos rubros.