2.500 líderes políticos, económicos, sociales y académicos de todo el mundo volvieron a reunirse meses atrás en el Foro de Davos para debatir cómo responder a las múltiples crisis y desafíos que está enfrentado el mundo: desde lo económico a lo político, desde lo social a lo ecológico, de la salud a la sobrevivencia de un planeta que parece haber perdido el norte, tratando de avanzar hacia un mundo más sustentable e inclusivo.
Mas allá de los ejes temáticos convocantes –impacto tecnológico, riesgo climático, el mundo del trabajo, la salud- fue general el llamado sobre la necesidad de que fueran abordados de manera conjunta, integral y colaborativa desde los gobiernos y el sector privado.
En los últimos 2 años el mundo se ha visto azotado por una pandemia y sufre el impacto de la invasión rusa sobre Ucrania que está impactando sobre los insumos energéticos, el riesgo de una crisis alimentaria y una ola de migrantes que buscan sobrevivir incrementando, la más de las veces, el número de familias acampando en los bordes periféricos de los países a los que les resulta imposible ingresar.
También fueron punto de análisis, la erosión de la cohesión social, concluyendo en que se deben amplificar los esfuerzos por crear nuevas inversiones sociales en capital humano para reducir la pobreza y las desigualdades. Y es que el trabajo conjunto de todos los actores de la economía debe encaminarse a alcanzar una sociedad más justa e igualitaria, partiendo de la necesidad a corto plazo de abordar la crisis humanitaria de miles de refugiados en todo el mundo.
Si bien, no de manera directa, sobrevoló en el Foro el interrogante sobre el futuro de la globalización en cuanto a su capacidad para asumir los desafíos. Es que avanzan en el mundo las agendas autoritarias y crece la población desencantada con la democracia y el conjunto de sus instituciones. Anthony Giddens sostenía allá por los 90 que la globalización suponía “la intensificación de las relaciones sociales en todo el mundo, la integración de cosmovisiones, productos, ideas y culturas”. Reforzado por la caída del muro de Berlín, la sensación era que Occidente había logrado la hegemonía cultural, de la mano de la democracia y el capitalismo en su etapa de pujante y valorada globalización.
Sin embargo, la situación no es hoy la misma y la economía mundial parece estar escindiéndose poco a poco. La globalización como lógica impulsora de los asuntos mundiales parece haber entrado en un cono de incertidumbre. Las rivalidades económicas se han mezclado ahora con las rivalidades geopolíticas en una competición mundial por el dominio de ventajas comerciales y territoriales mientras los ciudadanos presionan a sus gobiernos por sostener las fuentes de trabajo. La globalización ha sido reemplazada por algo que se parece mucho a una guerra cultural global y a la preservación de un statu quo defensivo.
Directora de Graciela Römer y Asociados. Especialista en comunicación social y opinión pública. Con más de 30 años de experiencia profesional ha realizado estudios para el National Democratic Institute de EUA, la OEA, el Centro Carter, el Banco Mundial, Flacso y diversos partidos políticos y gobiernos en Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Haití, México, Perú y Paraguay. Se desempeña, además, como Profesora en el Centro de Estudios Avanzados de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Participa en varias instituciones como miembro y/o colaboradora, así como en diversos medios periodísticos en América Latina y Estados Unidos.