fbpx

EMERGENCIA EDUCATIVA MUNDIAL

Según estudios elaborados por el Banco Mundial, la OCDE, la Unesco y la Unicef, alrededor de una tercera parte de los niños y jóvenes del mundo en edad escolar no tuvieron acceso, por meses, a ningún tipo de educación debido a los cierres de las instalaciones educativas derivado de la pandemia por Covid-19 en la que el mundo lleva inmerso más de un año. Al día de hoy, la mitad de los países han reabierto sus escuelas, sin embargo, las dos terceras partes de los centros educativos que aún permanecen cerrados se encuentran en América Latina.

De acuerdo con las dos agencias pertenecientes a las Naciones Unidas, el 90% de la población estudiantil, algo así como 1600 millones de estudiantes, se vieron afectados, de ellos, el 72% pertenecen a segmentos que presentan altos niveles de pobreza y marginación. Actualmente, casi el 10% de los estudiantes del mundo siguen sin recibir ningún tipo de enseñanza y, se estima que, en su gran mayoría no regresarán más a las aulas.

Estas alarmantes y devastadoras cifras afectarán, sin lugar a duda, por las próximas décadas a la población más vulnerable, acentuando las desigualdades, mermando su futura calidad de vida y sus posibilidades de desarrollo. De hecho, se calcula que las pérdidas en capital humano, productividad e ingresos de por vida para esta generación rondarán los 10 billones de dólares.

El Covid-19, ha expuesto las fallas estructurales preexistentes de los Estados en materia de otorgamiento de los servicios y derechos más básicos, educación y salud entre ellos. Las limitaciones tecnológicas y técnicas en la gran mayoría de los países, derivó en una pobre accesibilidad al aprendizaje remoto. A un año, varios gobiernos mantienen su decisión de impedir el regreso a las aulas sin haber dotado a los colegios, maestros y alumnos de los insumos y preparación necesaria para garantizar el acceso a la educación de calidad a distancia. De igual forma tampoco se vislumbra un incremento significativo en los presupuestos nacionales destinados a la educación en esta crisis; o la elaboración y aplicación de programas de enseñanza-aprendizaje innovadores a ser aplicados ahora y una vez se reaperturen los colegios para compensar los retrasos académicos, las lagunas y la deserción escolar que hoy día genera alarmas.

Si a ello sumamos el acaparamiento de vacunas por parte de algunos pocos países y la consecuente carencia de las mismas en el resto, la reapertura de los centros educativos en el corto plazo no se ve posible.

A estas alturas, para nadie es un secreto que esta nueva normalidad llegó para quedarse.  El deterioro medioambiental y la convivencia cada vez más cercana con especies salvajes y sus enfermedades auguran nuevas y más devastadoras pandemias. En este sentido, los gobiernos y sus sistemas educativos habrán de adaptar sus presupuestos, programas e inversiones a esta nueva realidad.

La única forma de revertir la situación, evitar el ahondamiento de esta crisis y enfrentar las futuras, será reducir las brechas digitales y las desigualdades educativas. Voluntad política, visión de Estado, transformación administrativa, innovación pedagógica, e inclusión tecnológica, son la clave.