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INVASIÓN SILENCIOSA

América Latina vive un escenario desolador en materia de violencia ciudadana y avance del crimen organizado. Un informe de Naciones Unidas indica que el 30% de todos los homicidios en el mundo ocurren en la región. Esta cifra resulta alarmante cuando, a diferencia de otras zonas del orbe, no enfrenta situaciones de guerra o conflictos militares internos o externos. Con una población que representa el 8% de los habitantes a nivel mundial, Latinoamérica registra los mayores índices de delitos armados a nivel planetario.

El narcotráfico y la existencia exagerada de circulantes de armas de fuego son las principales causas de una violencia desbordada que, no encuentra freno ante los muy bajos y poco eficaces controles estatales, incluyendo una reducida voluntad política para encarar una lucha más decidida contra el crimen organizado y la corrupción referente al tráfico ilícito de armamento.

Este cuadro de situación explosivo representa un grave problema a la seguridad ciudadana e incide en la solidez de las instituciones democráticas.

De acuerdo con Naciones Unidas, una cuarta parte de todas las muertes violentas en el mundo se produjeron en 14 países, de los cuales 7 son latinoamericanos: Venezuela, México, Colombia, El Salvador, Honduras, Guatemala y Belice. El llamado triángulo del norte es hoy el escenario de mayor violencia armada en el mundo sin contar zonas de conflicto. América del Sur, por otro lado, se proyecta como una zona de riesgo creciente y muy particularmente Brasil y Colombia.

Las importaciones de armas en América Latina aumentaron un 18% en la última década. Ese incremento de las transferencias internacionales en el mercado legal de armamento muestra el contraste con el mercado ilegal que, en el mismo período, creció un 30%.

Solo por poner algunos ejemplos: la venta de armas en Brasil se sextuplico en ochos años; según el Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay, en ese país la tenencia de armas iguala a Irak; en Colombia, por cada arma legal hay cuatro ilegales; y en México se calcula que, de los aproximadamente 18 millones de armas circulantes, el 85% es ilegal y de origen estadounidense, aunque otro tanto provendría de Rusia y China.

Según el Small Arms Survey entre 45 y 80 millones de armas de fuego, legales e ilegales, circulan libremente por la región. Las proyecciones estadísticas indicarían que la situación podría empeorar en el corto plazo.

Este panorama crítico pone de manifiesto la necesidad urgente de controles estatales, regionales e internacionales, para que América Latina deje de ser un bazar de oferta y circulación de armamento, y se ponga freno a la continua amenaza a la estabilidad democrática de la región que esta invasión armamentista representa.