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LA OLA DEL DESENCANTO LLEGA TAMBIÉN A CUBA

Cuba ha sido el foco de atención del continente en los últimos meses. Y no solo en aquellos países que forman parte más directamente de su área de influencia como Venezuela o Nicaragua. El 15N y más aún el 11J y la masiva y sorpresiva movilización contra el gobierno de Diaz-Canel marcaron, sin duda, un quiebre histórico en la isla.  El espíritu de Sierra Maestra y la épica que acompañó a varias generaciones de cubanos parece estar desvaneciéndose, especialmente entre los jóvenes.

Una nueva generación de rebeldes salió a las calles en julio pasado a gritar ya no “Patria o muerte” sino “Patria y vida”. Este resonar en La Habana fue liderado por una juventud que, en muchos aspectos, mostró “un aire de familia” como aquella que recorrió tiempo atrás las calles de París con sus chalecos amarillos, o los estudiantes de Chile con sus reclamos por el boleto estudiantil, síntesis emblemática de una demanda más profunda de un boleto a la inclusión y a un futuro, algo que sienten que hoy les es esquivo.

Es un reclamo de participación y cambio de agenda. Los nuevos revolucionarios cubanos reclaman su derecho a una mejor calidad de vida, incluyendo no solo comer, no solo el acceso a las vacunas o a salarios acordes a los niveles educativos alcanzados. Es todo ello y algo más: la posibilidad de poder elegir un futuro mejor. La interpelación al gobierno no busca un cambio modélico de manera explícita, aunque en si misma contenga y canalice el desencanto y la frustración por la incapacidad del modelo que gobernó la isla por más de seis décadas de dar respuesta a problemas que se acumulan desde hace mucho tiempo.

De tal modo, la demanda de una sociedad más libre y democrática se cuela por los intersticios de una red de demandas económicas, sanitarias y sociales que el gobierno de Diaz Canel, pero también de aquellos que lo antecedieron, no han logrado satisfacer.  No es claro cuál será el devenir de esta crisis pese a la represión y aprehensiones de que fueron objeto decenas de manifestantes, sin embargo, es poco probable que el proceso de marcha atrás particularmente porque la crisis sanitaria y económica se ha agudizado.

Estos movimientos siguen un patrón que se viene repitiendo en América Latina y también en muchos países de mundo. No reconoce gobiernos de derecha o izquierda. Tampoco democracias consolidadas o gobiernos autoritarios. Surge como un reclamo económico–social y se expande hacia la política en términos de reformas institucionales profundas, en búsqueda de sociedades más libres, participativas y abiertas. Y lo hace desde las generaciones más jóvenes. Una generación digital, anti-status quo y que ansía y exige un mejor futuro, en donde la exclusión y las asimetrías dejen de mostrar un mundo en que no todos entran y que se rebela contra las instituciones y los liderazgos tradicionales.

La sociedad cubana ha cambiado y Fidel ya no está para mantener viva la llama libertaria originaria que lo llevó al poder y que los cubanos arroparon por generaciones aún a costa de sus propias penurias económicas y limitaciones cívicas.

Sostenía Leonardo Padura, el escritor y periodista cubano residente actualmente en La Habana, en una nota publicada por aquellos días en Buenos Aires: “Parece muy posible que todo lo ocurrido en Cuba a partir del pasado domingo 11 de julio lo hayan alentado un número mayor o menor de personas opuestas al sistema, pagadas incluso algunas de ellas, con intenciones de desestabilizar el país y provocar una situación de caos e inseguridad. También es cierto que luego, como suele suceder en estos eventos, ocurrieron oportunistas y lamentables actos de vandalismo. Pero pienso que ni una ni otra evidencia le quitan un ápice de razón al alarido que hemos escuchado. Un grito que es también el resultado de la desesperación de una sociedad que atraviesa no solo una larga crisis económica y una puntual crisis sanitaria, sino también una crisis de confianza y una pérdida de expectativas” ( 7 MIRADAS, JULIO 21 DE 2021)