Save Democracy, nos ha invitado a conversar sobre un tema de la mayor actualidad: Política Imperial Descarnada, en un Mundo en Redefinición. Es una convocatoria a mirar de frente la circunstancia global para descubrir a qué nueva síntesis del mundo nos encaminamos y cuál será su costo. La última redefinición estructural del equilibrio planetario impulsó dos sangrientas guerras mundiales, una larga Guerra Fría, y muchas guerras regionales. Sabemos que esta trama requerirá rociar mucha tinta todavía para poderla develar, pero lo importante es comenzar.
Lo primero es entender que este no es un fenómeno que haya llegado con Trump, porque es un proceso que se viene generando desde hace décadas. La crisis de los consensos y acuerdos de la posguerra se ha venido precipitando con la multipolaridad, estimulada por el mal manejo de la coyuntura unipolar de fin de siglo, hasta constituir el eje de lo que estamos viviendo hoy.
Donald Trump mismo es un resultado de un transcurso norteamericano de 40 años, donde un sector de la elite de Estados Unidos, ajena al financierismo, se revela ante la narrativa neoliberal dominante, y genera una propia, más casera, que logra conquistar una creciente base social importante entre sectores de clase media y de trabajadores urbanos y rurales, cansados de una democracia que no les provee de los satisfactores que demandan.
Fueron capaces de crear una narrativa que combina y retoma valores nacionalistas y tradicionalistas, para enfocar sus baterías contra las antípodas ideológicas más difundidas, hasta situarlas como el enemigo de la gente buena que sí trabaja, echando mano de la post verdad.
Crearon todo un arsenal ideológico y comunicacional capaz de posicionar referentes alternativos tales como “el pantano de Washington, dominado por los liberales, el wokismo, los migrantes y poco a poco los chinos”, hasta ir tomando forma en el movimiento MAGA.
La terciarización económica de EE.UU., dejó a millones de personas en la calle, mismas que no recibieron ningún apoyo para reinventarse. La prioridad fueron las guerras de la unipolaridad, y el dinero de sus impuestos corrió al negocio armamentista. Con el desempleo creció la pobreza y el seguro médico también se fue, muchos enfermos tuvieron que ir buscar sus medicamentos al mercado negro de los opioides.
Se desatendió la promesa democrática de inclusión y muchas veces también la de libertad y, en ese contexto, se profundizó el desencanto con la democracia, un fenómeno dominante en varios países, incluido México, que ha sido el verdadero caldo de cultivo para la entronización del nacional-populismo autocrático, vestido de derecha o de izquierda.
En México vivimos este fenómeno con el presidente López Obrador, en El Salvador con Bukele, más los Ortega, Maduro y demás. También lo vemos en la Hungría de Orbán, entre otros, y ahora en el ascenso de las derechas en Europa, con la ultraderecha de corte nazi en Alemania, Alternativa para Alemania, VOX en España o con figuras como Marine Le Pen, donde curiosamente observamos que sus discursos retoman planteamientos propios del socialismo en la posguerra.
En su maridaje con el neoliberalismo, las democracias privilegiaron los planos electorales y cumplieron muy poco con las necesidades de la gente. Una situación que hoy se revierte, mientras esa gente busca alternativas que le resuelvan, encuentra al populismo y se queda con él, aunque le mienta.
Los procesos de transformación hacia la multipolaridad en Asia ya ocurrieron. China, con Xi Jinping a la cabeza, lidera ese bloque. Y Putin, con una economía pequeña, pero con audacia, bombas letales y enormes recursos energéticos, ha logrado insertarse en este reacomodo mundial.
Hoy empieza a perfilarse una idea tripartita, una especie de nuevo Yalta. Aunque no sabemos cuánto dure, porque no están solos. No se puede dejar de lado a India, ni a varios países de América Latina, ni a otros como Irán o Medio Oriente en general. Pero por ahora parece que se configura una mesa de tres.
Hay una sensación de reparto imperial, muy parecida a la geopolítica previa y posterior a la Primera Guerra Mundial. Eso nos lleva a una situación autoritaria y descarnada. Por eso el título es correcto. Se habla del resquebrajamiento de las estructuras creadas por Occidente y por Estados Unidos en la posguerra, y del surgimiento de una nueva dinámica de potencias imperiales, donde la ideología cuenta poco, los principios se cambian por negociaciones, y en eso Trump se quiere presentar como un campeón.
Trump busca tener lo que necesita. Por ejemplo, cuando habla de un espacio vital de Groenlandia a Panamá, piensa en una nueva doctrina Monroe. Pero también lo hace Xi Jinping, con la lógica patrimonial sobre el mar de China Meridional y Taiwán, y Rusia se suma a este club con su idea euroasiática, que comienza por recuperar la Rusia Imperial.
Con Biden, Estados Unidos había intentado impedir que países como Alemania optaran por Euroasia, considerando que depende de la energía rusa y de las materias primas chinas, y que su pacto de seguridad con Occidente pareciera estar cambiando o incluso estarse rompiendo. Europa quedó anclada en los acuerdos de la posguerra y ahora tiene que endeudarse para volar sola en el corto plazo. En términos de armamentismo, no sabemos qué pasará, pero seguro que lo tiene que intentar, aunque esa será otra historia.
Nos aproximamos a un proceso telúrico que nadie puede decir con certeza en qué desembocará, sabemos que nadie se muere en la víspera y que en política no hay suicidas, pero mientras tanto, lo que si hay es incertidumbre. Trump en ese plano se maneja muy bien. Hace valer sus cartas, aunque ponga en riesgo su estructura geoeconómica. Es el caso del uso de los aranceles como arma política, aunque sabe que eso tiene un límite.
En Estados Unidos hemos visto caídas en las bolsas, pérdida de aprobación presidencial y arrepentimiento en votantes. Eso más que moderar su postura, sobre todo de cara a las elecciones intermedias, convierte su toma decisiones en un electrocardiograma, que mete todavía más presión al sistema.
Mientras tanto, él apuesta. Cuánto tiempo le funcionen esas cartas, si las modera o no, está por verse. Es como el gato con el ratón: el gato tiene poder, suelta al ratón, lo hace correr hasta donde sus garras lo permiten, pero no lo mata, porque el día que lo mate se acaba el juego. Ese es su estilo: una negociación de tipo mafioso. Te saco algo, te aprieto más, y cada vez debes más. Como quien cae en manos de la mafia: aunque pague, debe más. Y eso es lo que está pasando.
No se ve un proceso de unidad mundial que le ponga un freno. Las únicas detentes parecen estar adentro de los Estados Unidos. Vamos a ver qué pasa con eso y si crece la capacidad del resto del mundo para oponerse a este tipo de manejo. Algunos analistas ven en este uso de los aranceles una reminiscencia de Herbert Hoover detonando la crisis de 1929.
Vivimos en un mundo al borde de una super crisis financiera, muy superior a la de 2008. Se ha venido anunciando como el cuento del lobo, pero el lobo si existe y se está acercando. Hay una crisis de deuda global muy fuerte. Estados Unidos tiene vencimientos inminentes, y no hay de dónde sacar para pagarlos.
Algunos plantean que todo esto es una estrategia para provocar tal nivel de descomposición que los dólares vuelvan a correr hacia Estados Unidos. Incluso se dice que busca devaluar el dólar para poder enfrentar esos pagos sin tanto problema. Es una apuesta difícil.
Mientras tanto, se siguen lastimando las cadenas productivas. La integración de América del Norte con Canadá y México no es una broma. El nivel alcanzado en los últimos 35 años es altísimo. En la industria automotriz, un insumo puede cruzar hasta 16 veces la frontera. Esto va a impactar en la inflación, que fue uno de los factores clave por los que votaron por Trump. Finalmente, la realidad se impondrá, América del Norte son tres economías, no una, y la salida natural a este confusionismo estará en avanzar hacia la creación de una aduana tripartita única, al tiempo.
Cuando se preguntaba a la gente en Estados Unidos por qué su preferencia por Trump, respondían: “yo no tengo dinero en mis bolsillos”. Aunque la economía parecía estar bien, la gente sentía que tenía menos dinero y eso bastó para que votara por Trump, pero ahora todo está caro. Y conforme sigan los aranceles, será peor. Sin embargo, creo que antes de que la sangre llegue al río habrá una moderación, pero Trump ya habrá logrado lo que quería: poner a todos de rodillas en la negociación.
En el caso de México, la acusación de narcogobierno contra el gobierno de López Obrador tiene toda la veracidad del mundo. Es vox populi. Basta con ver los medios. No se necesita contar con una agencia de inteligencia para saberlo. Hay nombres y señales por todos lados. La diferencia con los políticos corruptos de gobiernos anteriores es que ahora el narco se metió al corazón del gobierno desde el proceso electoral: apoyos económicos a candidatos de Morena, secuestro y asesinato de candidatos opositores, levantamiento de estructuras electorales enteras. Eso fue denunciado incluso a nivel internacional en 2021.
Ahora el narco controla más del 30% del territorio nacional, vulnerando la soberanía del Estado mexicano. No tengo elementos para decir que la presidenta Sheinbaum esté metida en esto. No lo creo. Pero es difícil pensar que esas inercias no hayan manchado también su proceso electoral. No obstante, hoy tiene una oportunidad histórica: romper con el pasado, para limpiar la política mexicana. Caiga quien caiga, del partido que sea.
Esta es una gran oportunidad, pero exige tomar decisiones. De su respuesta depende su gobierno, pero también el mejor pasar de México. Es claro que el lugar que pueda tener México en la actual, redefinición geopolítica global, en buena medida dependerá de lo que ella haga ahora.
Nada de esto significa que Trump sea el salvador de México. Ni que su intención sea esa. Su lógica es clara: establecer un circuito de seguridad de Groenlandia a Panamá para concretar su posición hemisférica. Luego vendrá el resto. Y al final, sentarse con China. Aquí nadie se muere en la víspera. Le va a dar a Trump un lugar en la mesa para quitarse de encima el problema europeo y tener capacidad de negociación.
Miembro Fundador y Director Adjunto de Save Democracy. Vicepresidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América latina y el Caribe (COPPPAL) y secretario ejecutivo de la Fundación Gustavo Carvajal Moreno, Mensajero de la Paz. Político y escritor mexicano ocupado en los temas de gobernabilidad de la democracia. Ha sido académico, legislador y funcionario público. Desde hace casi 20 años milita activamente en favor de hacer avanzar la reforma del Estado en México, en particular de su régimen de gobierno, tarea en la que además de publicar múltiples artículos y libros en la materia.