Democracias y DDHH están hoy bajo un intenso desafío. Los desafíos son externos e internos y abarcan fenómenos como las olas migratorias en busca de sobrevivencia, produciendo reacciones ciudadanas de rechazo y cuestionamiento a los gobiernos, hasta el fracaso de éstos para satisfacer las demandas y lograr progreso económico con equidad. Ello ha incentivado la polarización política y un estado de enervación social que estimula la violencia física y verbal, el rechazo del diálogo y la emergencia de liderazgos autoritarios de corte mesiánico y popularidad creciente que irrespetan las normas democráticas y sus instituciones, cooptando el sistema judicial y político, manipulando los medios de comunicación tergiversando la información, exacerbando la polarización y minando la cohesión social.
Las democracias enfrentan una significativa crisis de legitimidad ciudadana. Muchos sostienen que si bien el liberalismo económico ha maridado benéficamente desde la post guerra el surgimiento de la democracia en el mundo, en las recientes décadas, la globalización económica ha impactado de manera desigual produciendo marcadas asimetrías entre y al interior de los países. Si las personas perciben que las democracias no responden a sus necesidades básicas, si observan como la concentración del poder enriquece a la dirigencia política, a sectores de privilegio, etc., buscarán alternativas por fuera del marco democrático.
Sin duda el desapego al sometimiento al Estado de derecho, la debilidad institucional, políticos corruptos y gestiones ineficientes minan la calidad de las democracias reduciéndolas a un conjunto de mecanismos procedimentales para incidir en el recambio y selección de las alternativas de gobierno.
Pero ello no es todo. La existencia y peso del control cívico sobre el funcionamiento del sistema y sus actores. parece ser clave en la preservación y fortaleza de las democracias. Jürgen Habermas, filósofo alemán fallecido hace muy poco, desarrolló la teoría de la democracia deliberativa como un sistema en que la participación ciudadana, a través de la búsqueda de consensos o acuerdos, debiera constituirse en energía vital de toda democracia. Habermas sostenía que la democracia es involucramiento ciudadano en la toma de decisiones, es comunicación y deliberación como parte fundamental del compromiso democrático para convertir la democracia en un sistema de gobierno sustentable.
La participación de la ciudadanía, es clave para contrarrestar los riesgos de la manipulación y la influencia de los intereses privados en la vida pública. El poder sin control es distorsivo de todo sistema que se llame democrático. Y ello es función no solo de la ley escrita, sino del control activo de los desbordes del poder: ciudadanos y élites políticas.
Una democracia real es responsabilidad de todos. No se ejercita solo al ir a votar cada tantos años.
Directora de Graciela Römer y Asociados. Especialista en comunicación social y opinión pública. Con más de 30 años de experiencia profesional ha realizado estudios para el National Democratic Institute de EUA, la OEA, el Centro Carter, el Banco Mundial, Flacso y diversos partidos políticos y gobiernos en Argentina, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Haití, México, Perú y Paraguay. Se desempeña, además, como Profesora en el Centro de Estudios Avanzados de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Participa en varias instituciones como miembro y/o colaboradora, así como en diversos medios periodísticos en América Latina y Estados Unidos.
