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NORMALIZANDO LAS RELACIONES CON REGÍMENES AUTORITARIOS

El mensaje de algunos líderes de América Latina sobre el valor de la democracia resulta preocupante al naturalizar ciertos comportamientos y prácticas no democráticas. La reciente Cumbre de Presidentes de América del Sur convocada por el presidente del Brasil para fomentar la integración regional, ha sido un ejemplo con relación al dictador Nicolás Maduro. El presidente brasileño, con el aval de su par de Argentina, ha señalado que  el autoritarismo en Venezuela ha sido una narrativa construida. La polémica referencia del presidente Luiz Inacio Lula da Silva, que ha intentado purificar la imagen de Maduro, es decepcionante y afecta la lucha regional en defensa de la democracia y la vigencia de los derechos humanos. Los mandatarios de Chile y Uruguay fueron los únicos participantes que lo dejaron claramente de manifiesto.

Es preocupante que la reunión de Rio de Janeiro haya intentado desconocer y dejar de lado las Cláusulas Democráticas fundacionales de mecanismos regionales y subregionales que han puesto límites a regímenes no democráticos. Ha sido el caso de Mercosur (Protocolo de Ushuaia) y la Alianza del Pacífico que enfatizan que cualquier violación o transgresión al orden democrático es un obstáculo para integrar y participar de los ámbitos subregionales de integración respectivos. El Foro para el Progreso e Integración de América del Sur, en otro ejemplo, expresa que para ser miembro es esencial la plena vigencia de la democracia, el principio de la separación de poderes del Estado y el respeto y garantía de los derechos humanos y libertades fundamentales.

La falta de garantías democráticas, la existencia de presos políticos o las violaciones sistemáticas a los derechos humanos en Venezuela, no ha sido ni es una narrativa. Consecuentemente, es inaceptable ignorar la grave situación de Venezuela como si el ocaso democrático no existiera o que, como ha destacado el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, se intente tapar el sol con un dedo. Sería lamentable que América Latina se aleje de los propósitos y objetivos de la Carta Democrática Interamericana promovida en las Cumbres de las Américas y la Organización de los Estados Americanos (OEA).

El desprecio del régimen venezolano por la democracia se sigue profundizando. La Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ha denunciado violaciones a los derechos humanos, la existencia de presos políticos, limitaciones a la libertad de prensa, corrupción y absolutismo en el poder. El reto de América Latina es contribuir a restaurar la democracia venezolana y lograr la relegitimación de sus instituciones.

Normalizar las relaciones con regímenes autoritarios es una mala señal.  Tolerar y naturalizar a las dictaduras y personalismos, atenta contra la democracia, las libertades fundamentales y los derechos humanos. También afecta la sustentabilidad democrática, aceptar cualquier intento de minimizar valores contrarios a la democracia o aceptar comportamientos o mutaciones de liderazgos que encubren tendencias autoritarias o pretenden esconder proyectos ideológicos encaminados a incrementar la fragilidad de la democracia representativa y sus instituciones.