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REFLEXIONES SOBRE LA DEMOCRACIA EN 2024

La historia nos remonta al 508 AC en Atenas como el punto de partida de la democracia, que implicaba la limitación del poder al Consejo de Areópago formado por nobles que manejaban la cosa pública. Esas limitaciones legislativas tenían el sustento en la voluntad del pueblo y la palabra utilizada para definir su sistema de gobierno fue democracia: etimológicamente Demos significa pueblo y Kratos: gobierno.

Solo a modo de referencia recordamos un par de hitos importantes en la evolución de la democracia como sistema político: La Carta Magna del 1215, el primer parlamento elegido en 1265, la ley de Habeas Corpus en 1679, todos en el marco de la democracia parlamentaria de Inglaterra y Escocia. En el Continente Americano, la primera constitución de Pennsylvania en 1682 que otorgaba derechos y libertades a los colonos llegados a Estados Unidos establecía una legislatura representativa e introducía el concepto de equilibrio de poderes que fue antecedente de la Constitución de los Estados Unidos ratificada en 1789.

El siglo XX fue testigo de importantes avances en materia de ejercicio de derechos civiles, políticos y sociales, entre ellos, el sufragio universal, la representación política, las listas abiertas para la elección de funcionarios públicos, el reconocimiento de los derechos de las mujeres, el rol de la rendición de cuentas y la participación ciudadana en el sistema democrático, aunque todo ello fue implementado de manera desigual y con avances y retrocesos en el mundo.

Considerando la importancia de la democracia como sistema de gobierno, la Asamblea de Naciones Unidas estableció el 15 de septiembre como el Día Internacional de la Democracia. Y a través de sus Resoluciones reafirma que la Carta Fundacional, sus principios y propósitos reconocen que los derechos humanos, el Estado de derecho y la democracia están vinculados y se refuerzan mutuamente, a la vez que son parte de los valores centrales de las Naciones Unidas.

La democracia es un valor universal basado en la libertad de expresión de las personas para determinar su propio sistema político, económico, social y cultural y su plena participación en los aspectos de la vida. Si bien no existe un solo modelo de democracia, ni la misma pertenece a un país o región, hay características comunes en los sistemas democráticos, entre los cuales resaltan: la limitación de la concentración y ejercicio del poder (sistema de pesos y contrapesos, rendición de cuentas); el ejercicio de los derechos humanos (civiles, políticos, sociales y culturales); y el ejercicio de las garantías y libertades individuales.

En las últimas décadas las democracias han ido debilitándose, la confianza ciudadana en dicho sistema de gobierno es cada vez menor, la desinformación y la polarización política se agudiza y los ciudadanos están cada vez más dispuestos a resignar libertades si ello les garantiza estabilidad económica, empleo, seguridad.

El Informe sobre la Democracia 2024 de V-Dem, indica que el nivel de democracia de la persona promedio en el mundo, habrá descendido a los niveles vividos en 1985; en cuanto al promedio por países, se habrá retrocedido a los niveles vividos en 1998. Desde 2009 -casi 15 años seguidos- la proporción de la población mundial que vive en países autocratizantes ha eclipsado a la que vive en países democratizantes.

Si consideramos a la población mundial, se advierte que el 71% – 5.700 millones de personas – vive en autocracias, lo que supone un aumento respecto al 48% de hace diez años. Solo el 29% de la población mundial – 2.300 millones de personas – vive en democracias liberales y electorales. Un fenómeno cada vez más visible es que las democracias pueden morir en manos de lideres elegidos democráticamente como evidencia el trabajo de Levitsky & Ziblatt en “How democracies die”.

El debilitamiento de Estado de derecho reflejado en altos niveles de impunidad, la débil rendición de cuentas en el manejo de la cosa pública, las limitaciones a la participación ciudadana en la definición y monitoreo de las políticas públicas y la desinformación son algunas de las dimensiones a considerar en el análisis del estado de la democracia.

La buena noticia es que el debilitamiento democrático puede revertirse. Aquí propongo dos líneas de acción: 1) evaluar el comportamiento de las instituciones del país en una serie de tiempo que permita recolectar evidencia empírica sobre el funcionamiento institucional incluidos los procesos de implementación de reformas y producir recomendaciones de mejora efectiva para la prestación de bienes y servicios a la ciudadanía y 2) redoblar los esfuerzos en materia de educación cívica no solo en el ámbito de la educación formal sino especialmente fuera de ellos ya que muchos niños y jóvenes- lamentablemente- están fuera del sistema educativo. El uso de las redes y tecnologías digitales pueden ser aliados en este esfuerzo de educación ciudadana.